Laurien estaba furiosa, se sentía humillada. Y se comportaba de manera arisca con todos a su alrededor.
Pero había sido indulgente con Ángelo y le había dado una segunda y última oportunidad y le había recomendado, por su bien, hacerlo bien esta vez. Había quemado el horroroso retrato que le había hecho y habían comenzado de nuevo. Esta vez Ángelo alargó mucho el proceso, pintaba muy de vez en cuando y muy lentamente. Pero la reina comenzaba a impacientarse.
Iris tenía razón no debía haberla pintado tendría que haber reusado de hacerlo caundo la había visto por dentro. Tenía que encontrar una solución al problema al que se enfrentaba. Pero no sabía qué hacer, por lo tanto decicdió preguntarle a Iris.
-Te lo advertí-le respondió cuando él le hubo terminado de plantear su problema.- Te dije que la pintases de modo que saliese favorecida, pero no me escuchaste. Entioendo que no te caiga en gracia, ¿pero crees que a los demás sí? Para nada, todos se dejaban el alma en pintarla lo mejor posible. Ya te lo dieje en su momento, Laurien es muy altiva y orgullosa, no admite errores. Tiena mucho poder y no duda en castigar a aquellos que no cumplen sus órdenes. Pero, has tenido suerte, te ha dado otra oportunidad y eso no es algo que haga con mucha frecuncia, créeme. Asi que te recominedo que la pintes bonita y salgas de aquí caunto antes.
-No lo entiendes-murmuró él.
-¿Pero que es lo hay que entender, Ángelo? Eres un pintor ¿no?, pues píntala tal y como es y punto.
-¡Ése es el problema? Que solo la puedo pintar tal y como es. Te lo explicaré-dijo al ver la cara de incomprensión de Iris- cada vez que cojo el pincel, dejo de ver como haces tu y el resto del mundo. Cunado cojo el pincel, veo más allá, mucho más allá. Veo cómo son las personas por dentro, veo sus almas. No puedo pintar otra cosa porque eso, es lo único que veo cada vez que cojo un pincel.
-Te has vuelto loco- dijo ella ante aquella descabellada explicación.
-Sabía que no me creerías-dijo él esbozando una cansada sonrisa.- Nadie lo cree nunca.
-Porque es imposible que puedas hacer algo así-replicó la criada.
-¿Por qué es imposible?- le preguntó enarcando una ceja.- No, de verdad piénsalo, ¡por qué iba yo a decir tal cosa?, ¿no crees que de poder la pintaría como es físicamente y me largaría de aquí, en vez de inventarme todoa esta historia?-Iris permaneció callada, sin saber que decir.- Va de jalo, no merece la pena. Ya me la arreglaré yo solito-dijo dándose madia vulta y echando a andar.
-¡Espera!- Lo retuvo Iris- supongamos que te creo, supongamos que todo lo que me has dicho es verdad, ¿en qué te puedo ayudar yo? Yo no sé pintar. Sólo te piedo dar más tiempo.
-Con eso será suficinte, gracias- le agredeció. Por toda respuesta Iris le dedicó una encantadora sonrisa.
Gracias Iris, Ángelo ganó tiempo. Ambos hacían todo lo posible tanto para mantener ocupada a Laurien como para evitar que se encontrase con Ángelo. Se pasaban el día de un lado para otro, rehuyendo a al reina, escondiendo los materiales del propio Ángelo para que este no pudiese pintar. Ambos sabíanq ue no podrían mantener aquella treta por simpre, pero habría que hacer todo lo posible porque durara el máximo tiempo posible.
A fuerza de pasar tato tiempo juntos, Ángelo e Iris acabaron por hacerse muy buenos amigos. Y hacía varios días que Ángelo intuía cómo podría ser el alma de la chica. Pero la verdad es que no se necesitaba ningún poder especial para ver la bondad de Iris.
Un día Ángelo decicdió poner en práctca una idea que le llevaba rondando varios días por la cabeza.
-Iris, quiero que mañana vengas antes a palacio, poco después del amanecer.
-¿Mañana?-preguntó extrañada- pero, mañana es domingo, Laurien no se despierta hasta que el sol está en lo alto del cielo, mañana podemos relajarnos un poco.-él sacudió la cabeza y la sonrió enigmaticamente.
-Tu ven, te esperaré en ela jardín, junto a los bancos de piedra.-dicho esto, se dio media vuelta y se marchó. iris se encogió de hombros.
-Vale-dijo para sí.
Hacía tan solo unos minutos que había amanecido cuando Iris llegó al lugar indicado por Ángelo.
...
Bienvenidos a este pequeño rincón de imaginación, magia y una pizca de locura. Para quienes se pregunten quién soy, soy una enamorada de la vida y la lectura, con mil sueños y delirios de escritora. ¿Qué vais a encontrar aquí? Todo lo que te puedes encontrar, precisamente, entre las páginas de un libro: historias, fotos, dibujos, recuerdos, reflexiones, susurros de otros tiempos, un poco de poesía, alguna sátira,… y, escondida entre las letras, un poco magia.
Así que no os quedéis en la portada, pasad y disfrutad de vuestro viaje por este mundo Entre las páginas de un libro.
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viernes, 30 de marzo de 2012
sábado, 24 de marzo de 2012
El pintor de almas
(Este relato, con sus cuatro capítulos han sido enviados a la Antología Solidaria Masqueunahsitoria, razón por la cual no será posible acceder a ellos durante un tiempo).
Ángelo
era un excelente pintor a pesar de ser bastante joven. Pintaba como
nadie más lo hacía. Era conocido en toda la comarca. Sus cuadros no
tenían comparación. Y lo que hacía que Ángelo fuese diferente de
todo los demás artistas de su época no era su estilo, ni su forma
de pintar, ni la técnica que utilizaba, sino su increíble capacidad
para pintar a alguien tal y como era por dentro. Sí, Ángelo era
capaz de pintar el alma de las personas.
El
por qué de este extraño "don" nadie lo sabía con
certeza. Había quien decía que el día de su nacimiento, Karishia,
la musa del arte, le había tocado con su etérea mano otorgándole
así dicha gracia. Fuera como fuere Ángelo era capaz de cautivar a
la gente con sus obras.
Acudía
gente de todos los países para pedirle un retrato.
Su
fama llegó a los oídos de la mismísima reina Laurien. Una hermosa
y presumida joven a la que le encantaba coleccionar retratos suyos.
Todos los cuadros los guardaba en un gran salón. Laurien estaba
obsesionada con no envejecer y con que la gente la recordara así
como era en ese momento, hermosa y joven. Y teniendo retratos de
todos los pintores conocidos de la época, el cuadro de un pintor de
tanto prestigio y fama como era Ángelo, no podía faltar.
El
pintor fue hecho llamar por la reina y llevado ante ella. Cuando
Ángelo llegó a la corte quedó impresionada por todo el lujo que lo
rodeaba. Pero la mayor sorpresa fue cuando vio a Laurien. Era la
mujer más bella que había visto nunca. Su cabello eran finas hebras
de oro que descendían suavemente por su espalda en delicados bucles.
Sus ojos, relucientes esmeraldas, chispeaban a la luz del sol. Su tez
azucena y sus labios rojos como la sangre hacían de la joven el ser
más hermoso de todo el país.
-Os
hecho llamar porque como supondréis, quiero que me retratéis- habló
la reina con su dulce y aterciopelada voz- y si vuestro cuadro me
complace, este será colocado en el salón que tengo reservado para
todos mis retratos y vos seréis cubierto oro. Acompañadme y os
mostraré mi colección- dijo Laurien poniendo se en marcha e
invitando a Ángelo que la siguiese con un majestuoso gesto de su
delicada mano. Él la siguió aún turbado por su belleza. Mientras
caminaban hacia el salón de los retratos, se cruzaron con una de las
criadas de la reina, que al ver a su señora, hizo una profunda
reverencia.
-Mi
señora-la saludó la muchacha. La reina ni siquiera la miró, pero
al pasar por su lado se recogió el vestido para que este no tocara
al joven criada. Esta bajó la cabeza avergonzada. Ángelo que había
contemplado la escena frunció el ceño, tal vez Laurien no fuese tan
bella como parecía.
La
criada volvió a inclinarse al ver a Ángelo, pero este la sujetó e
impidió que se agachase.
-A
mi no hace falta que me trates con tanto respeto.-dijo con una
sonrisa-soy Ángelo.
-Soy...
-¡¡¡Iris!!!-gritó
la reina desde el final del pasillo-¿ya has acabado todas tus
tareas?-Iris se separó del pintor rápidamente.
-Lo
siento tengo que irme-dijo precipitadamente mientras desaparecía
entre el laberinto de puertas y pasillos. Ángelo la miró marcharse
negando con la cabeza.
-¿Me
acompañáis?-preguntó Laurien. Por toda respuesta Ángelo anduvo
hasta colocarse junto a ella.
Por
fin llegaron al salón destinados a los retratos de la reina, que se
encontraba al lado de su dormitorio. Ángelo contempló boquiabierto
el lugar estaba ricamente decorado, aunque resultaba un poco extraño
ver tantos cuadros de la misma persona. Sin embargo todos ellos eran
preciosos.
En
el centro de la estancia había un bonito espejo en el que Laurien ya
se estaba mirando. El marco era de oro y tenía alguna esmeralda
adornando las esquinas.
-Podéis
empezar mañana-le dijo Laurien al pintor sin dejar de mirarse al
espejo.-Ahora os podéis retirar, Iris os mostrará la habitación en
la que os quedareís. ¡Iris!-gritó la reina. En cuanto la joven
llegó le dijo lo que debía hacer. Ella asintió con una reverencia
e invitó a Ángelo a que la acompañase.
-Y
dime- le preguntó Ángelo una vez hubieron abandonado el
salón,-¿cómo es la reina?- Ante aquella pregunta la joven criada
tomó aire y miró en todas direcciones como si temiese que alguien
la estuviese escuchando.
-La
señora es alguien muy... particular.
-No
os trata bien ¿me equivoco?- Ella asintió imperceptiblemente.
-Pero
ella es la reina y nosotras las criadas, no hay elección.
-No
tiene porque ser así,-dijo él.
-Ya
hemos llegado- anunció, evitando así contestar.- Si
necesitáis...perdón necesitas-dijo con una tímida sonrisa ante su
mirada de "reproche"- llámame a mi o a cualquiera de mis
compañeros.- Y dicho esto Ángelo se metió en sus aposentos e Iris
se marchó.
Antes
de dormirse, Ángelo estuvo reflexionando. Iris no era tan bella como
la reina y sin embargo parecía mucha mejor persona que Laurien. Iris
tenía el pelo color azabache y ojos oscuros, no luminosos como los
de Laurien, tampoco tenía la bonita figura de la reina ni su voz era
tan suave, pero daba la impresión de que Iris tenía un alma mucho
más pura que Laurien.
Al
día siguiente Ángelo comenzó su trabajo. Pidió que la reina se
presentase ante él para comenzar a pintarla. Pasaron, sin embargo
unos largos minutos antes de que Laurien presentase. Y mientras el
pintor esperaba apareció de nuevo Iris.
-Buenos
días señ... Ángelo-le saludó ella recordando la petición que le
hizo el pintor el día anterior.
-Hola
Iris, es agradable ver una cara relativamente conocida, desde que me
he despertado no he visto más que extraños-sonrió. Por su parte
Iris bajó la cabeza reprimiendo una sonrisa.
-¿Te
apetece algo para desayunar? Voy a bajar ahora a la cocina, por si...
-No
hace falta gracias-respondió él con una radiante sonrisa.- De
momento estoy bien.
-Bueno,
en ese caso....
-Iris-la
cortó de nuevo él. Ella dio un respingo- Sé que tienes prisa, pero
necesito que me digas qué opinas de Laurien.
-Pues...
ella es hermosa, salta a la vista, ¿no crees?
-Sabes
que no me refiero a eso, quiero que me digas como es, como persona.
-Buenoo...
pues... ella es... una buena reina...
-Sé
sincera-le pidió él- no se lo diré a nadie.
-Como
una ogresa. -Dijo sorprendida de haber dicho tal cosa. Miró a todos
lados temiendo haber sido escuchada.- Por fuera es hermosa, pero...
es arrogante, exigente y muy puntillosa. Por tu bien, píntala de
manera que salga favorecida,-lo advirtió.
-¡Iris!-dijo
un voz desde el pasillo.- ¿se puede saber qué haces todavía aquí?
He mando a Catalina a buscarte, aún no habéis terminado mi vestido
rojo. -La recordó con dureza.
-Lo
siento señora -respondió Iris bajando la cabeza haciendo una
reverencia.- Yo...
-Lo
quiero para hoy, ¿me has escuchado?- la advirtió. Iris se quedó
callada con la cabeza baja- Mírame cuando te hable, - dijo, la joven
levantó la cabeza- ¿Me has oído? ¡Contesta!
-Sí
señora-contestó ella temblando como un flan.
-Entonces,
a ¿qué esperas? ¡Largo!- Iris salió de allí rápidamente.
Ángelo
que había estado observando la escena sin intervenir, negó con la
cabeza.
-Bien
ya estamos solos, puede usted empezar- ordenó la reina. Y se fue a
clocar en su posición. Ángelo encaró su caballete y miró el
blanco lienzo, y luego la figura de la reina que debía plasmar en la
tela. Cogió el pincel y volvió a mirarla. Entonces ahogó una
expresión. Toda la belleza había desaparecido del cuerpo de la
reina. En el lugar de una bella joven, se alzaba una horrenda
criatura con una silueta humanoide, pero infinitamente más feo que
cualquier ser humano.
-¿Ocurre
algo?-exigió saber la reina. Ángelo negó con la cabeza.- Bien pues
¿a qué estás esperando?
Ángelo
cogió aire, mojó el pincel en pintura, y lo deslizó sobre el
lienzo.
Tardó
varios días en terminar el cuadro, la reina esperaba impaciente,
Iris esperaba que fuera del agrado de la reina y Ángelo, simplemente
esperaba terminar cuanto antes para poder salir de allí. Por fin
llegó el día en el que el cuadro estuvo finalizado, pero todos
hubiesen deseado que este no hubiese llegado nunca.
Cuando
Ángelo levantó la tela que cubría su obra estaban presentes,
Laurien, él e Iris, que por petición de Ángelo había acudido y
que permanecía escondida entre las sombras. La reina profirió un
grito de estupefacción y horror al ver su retrato, y la bandeja que
sostenía Iris cayó al suelo con gran estrépito. Laurien ni se
percató del ruido ni de lo que Iris acababa de hacer. No daba
crédito a sus ojos.
-¡¿Qué
es esto'!- exigió saber, sin poder reprimir su enfado.
-Vuestro
retrato.- contestó Ángelo con total tranquilidad, desafiándola.
-Exijo
una explicación.
-No
hay ninguna explicación valida, señora, vos sois así.
-Por
vuestro bien espero qué arregléis esto.-Y dicho eso salió furiosa
de la habitación. Una vez se hubo marchado Iris salió de su
escondite.
-Pero
Ángelo, ¿qué has hecho?-dijo desolada.- No sabes dónde te has
metido, ¿por qué lo has hecho?
-Tranquila,
todo irá bien-contestó él. Pero nada estaba más lejos de la
realidad.
martes, 6 de marzo de 2012
¿Qué son las estrellas?
¿Qué son las estrellas?, se preguntaba la pequeña Sarah ¿Cómo era posible que en pleno 2090 nadie supiese nada de ellas? ¿Por qué nadie sabía contestar a una pregunta tan sencilla? Todos le contestaban cosas diferente y sin sentido alguno.
-Las estrellas,... son objetos astronómicos que... brillan con luz propia y que están muy, muy lejos de la Tierra.-Había explicado George, su profesor.
-Son bolas brillantes que llenaban el cielo cada noche, pero hace varios años que nadie ve una, algunos dicen que ni existen.- Le había dicho su vecino.
-¿Las estrellas?... ¡Aaaah!... Ya me acuerdo. Hace unos años vi alguna cuando fui al campo de mi abuela. Son luciérnagas que se quedaron pegadas hace tiempo en el cielo pero como eso pasó hace mucho tiempo se han ido cayendo y por eso ahora ya no hay ninguna.-Le explicó un compañero de clase.
-Pues,...serán el reflejo de las luces de la ciudad- le había contestado su hermana mayor, sin mucha convicción.
-No, me llamo Isabelle, no Estella-dijo una compañera de clase, que había escuchado mal la pregunta y había entendido que su amiga le había preguntado si se llamaba Estrella.
No, nadie sabía responder a su pregunta. Había llegado ala conclusión de que si quería averiguar que era una estrella tendría que averiguarlo ella misma. Así que cuando llegó a su casa cogió su mochila rosa y metió un par de guantes, una bufanda y su muñeca favorita. Se puso su chubasquero amarillo de patitos, su botas de agua y se plantó en la cocina con expresión resuelta y decidida.
-Mamá- dijo con su aguda vocecita- mamá, me voy a buscar estrellas.
-Vale cariño, pero no tardes que enseguida comemos.-Dijo de forma distraída y sin mirarla..
Y Sarah se dirigió a la entrada. Estaba delante de la puerta de la calle, cogió aire, se puso de puntillas agarró el pomo y...
-¡Pero qué haces!-chilló su madre detrás de ella, apartándola de la puerta.-¿Se puede saber qué pretendías hacer?
-Ya te lo he dicho mamá, ir a buscar estrellas. Y me has dicho que no tardese mucho porque teníamos que comer así que...
-¡Pero qué estás diciendo! ¡Buscar estrellas! ¡Si ni siquiera sabes lo que son!
-Por eso me iba a a buscarlas, para ver qué son.-Explicó la niña con inocencia. La madre inspiró una, dos veces.
-Vete a tu cuarto y que sea la última vez que hace esto. Vamos hombre, ¡Una cría de cuatro años!Buscando estrellas ¡por Manhattan!, lo que me quedaba por ver.
Sarah meneó la cabeza con desaprobación, "Mayores"- se dijo. No les entendía nunca, había pedido permiso para ir a buscar estrellas, y su madre había dicho claramente "vale" ¿por qué entonces se enfadaba tanto?
Pasaron las semanas y los meses, y por fin llegó el verano. El calor era insoportable en la gran cuidad.
Más de una vez, Sarah se había preguntado por qué narices nadie quitaba la calefacción de la cuidad si el invierno ya había pasado. No entendía por qué en invierno, que hace frío, ponen el aire acondicionado y en verano cuando hace calor conectan en la cuida la calefacción.
La familia de Sarah tenía pensado pasar el mes de agosto en Vancuver. En una casa rural a las afueras de la cuidad, muy, muy lejos de la urbe y celebrar allí el cumpleaños de la pequeña Sarah. Lo cual para la hermana mayor de Sarah, Ashley, era un fastidio, pero el resto de la familia era el plan perfecto para las vacaciones.
Llegaron a la casa que habían alquilado, el día de su cumpleaños justo a tiempo para el atardecer. ¡Qué luz tan bonita! ¡Qué colores tan bonitos tenía el cielo!
-Mamá, mira- la llamó Sarah- ¡las nubes son naranjas!
-Ahora no puedo estoy preparando tu sorpresa. Te va a encantar.
-Ashley ven, te va a encantar, es mejor que los dibujos de la tele.- volvió a llamar la niña.
-Sarah déjame, estoy hablando por teléfono y es muy importante, ¿podrías no molestarme con tus nubes de colores?
-Pues ellos se lo pierden_ murmuró para sí y volvió a fijar su mirada en el sol que ya se escondía tras los árboles. Entonces entró a la casa y se sentó a cenar con su familia. Mamá había preparado su plato favorito huevo frito con patatas en gorma de corazón. Cuando terminaron, Ashley se levantó de la mesa, fue a la cocina y volvió con una gran trata de chocolate y galletas, la preferida de su hermanita.
-¡Feliz cumpleaños!-exclamaron todos a coro mientras Sarah soplaba las velas y abría entusiasmada todos sus regalos. Y todo mientras papá grababa todo con su nueva cámara.
Llegó la hora de dormir, Sarah se fue a su cama abrazada a su nueva muñeca, Lora, que tenía un bonito vestido azul oscuros con puntitos de plateada purpurina salpicados por todo el traje. Iba a cerrar los ojos cuando una suaves luz se filtró entre las cortinas de la ventana de su habitación. Sarah se levantó corrió la cortina y..
-¡Halaaaaa!-murmuró maravillada. Se levantó de la cama y corrió al salón donde estaban su hermana y sus padres.
-¡Mami, mami! ¡Gracias por el regalo! son muy bonitas, ¿las has puesto tu todas?- los padres miraban a su hija sin llegar a comprender.-Ashley ven mira,-dijo cogiendo a su hermana de la mano y guiándola hasta la ventana de su habitación.-¿A qué son preciosas? Mamá las colocado toda, bueno, creo que papá la ayudado un poco.
-¡Vaya!-comentó su hermana- si que son bonitas, sí.
-Pero ¿de qué hablas Sara?- preguntaron sus padres entrando en la habitación.
-De las estrellas, de lo bonitas que os han quedado. Me gustan mucho.-Contestó la niña corriendo a dar un abrazo a su padres. Estos sonrieron, cómplices, y decidieron no decir. Sería mejor contárselo en otro momento, Sarah estaba encantada con aquellas estrellas que sus padres "habían pegado" en el cielo. La pequeña contemplaba los astros con fascinación. Realmente eran hermosas. No eran bolas brillantes, ni los reflejos de la cuidad, eran mucho más. Eran pequeñas lucecitas que brillaban como diamantes en el firmamento, formaban grupos. Todas tenían un brillo diferente, todas parecían guardar un secreto o una historia que contar. Algunas incluso atravesaban el cielo a toda velocidad dejando tras si una luminosa estela de polvo plateado.
-Las estrellas,... son objetos astronómicos que... brillan con luz propia y que están muy, muy lejos de la Tierra.-Había explicado George, su profesor.
-Son bolas brillantes que llenaban el cielo cada noche, pero hace varios años que nadie ve una, algunos dicen que ni existen.- Le había dicho su vecino.
-¿Las estrellas?... ¡Aaaah!... Ya me acuerdo. Hace unos años vi alguna cuando fui al campo de mi abuela. Son luciérnagas que se quedaron pegadas hace tiempo en el cielo pero como eso pasó hace mucho tiempo se han ido cayendo y por eso ahora ya no hay ninguna.-Le explicó un compañero de clase.
-Pues,...serán el reflejo de las luces de la ciudad- le había contestado su hermana mayor, sin mucha convicción.
-No, me llamo Isabelle, no Estella-dijo una compañera de clase, que había escuchado mal la pregunta y había entendido que su amiga le había preguntado si se llamaba Estrella.
No, nadie sabía responder a su pregunta. Había llegado ala conclusión de que si quería averiguar que era una estrella tendría que averiguarlo ella misma. Así que cuando llegó a su casa cogió su mochila rosa y metió un par de guantes, una bufanda y su muñeca favorita. Se puso su chubasquero amarillo de patitos, su botas de agua y se plantó en la cocina con expresión resuelta y decidida.
-Mamá- dijo con su aguda vocecita- mamá, me voy a buscar estrellas.
-Vale cariño, pero no tardes que enseguida comemos.-Dijo de forma distraída y sin mirarla..
Y Sarah se dirigió a la entrada. Estaba delante de la puerta de la calle, cogió aire, se puso de puntillas agarró el pomo y...
-¡Pero qué haces!-chilló su madre detrás de ella, apartándola de la puerta.-¿Se puede saber qué pretendías hacer?
-Ya te lo he dicho mamá, ir a buscar estrellas. Y me has dicho que no tardese mucho porque teníamos que comer así que...
-¡Pero qué estás diciendo! ¡Buscar estrellas! ¡Si ni siquiera sabes lo que son!
-Por eso me iba a a buscarlas, para ver qué son.-Explicó la niña con inocencia. La madre inspiró una, dos veces.
-Vete a tu cuarto y que sea la última vez que hace esto. Vamos hombre, ¡Una cría de cuatro años!Buscando estrellas ¡por Manhattan!, lo que me quedaba por ver.
Sarah meneó la cabeza con desaprobación, "Mayores"- se dijo. No les entendía nunca, había pedido permiso para ir a buscar estrellas, y su madre había dicho claramente "vale" ¿por qué entonces se enfadaba tanto?
Pasaron las semanas y los meses, y por fin llegó el verano. El calor era insoportable en la gran cuidad.
Más de una vez, Sarah se había preguntado por qué narices nadie quitaba la calefacción de la cuidad si el invierno ya había pasado. No entendía por qué en invierno, que hace frío, ponen el aire acondicionado y en verano cuando hace calor conectan en la cuida la calefacción.
La familia de Sarah tenía pensado pasar el mes de agosto en Vancuver. En una casa rural a las afueras de la cuidad, muy, muy lejos de la urbe y celebrar allí el cumpleaños de la pequeña Sarah. Lo cual para la hermana mayor de Sarah, Ashley, era un fastidio, pero el resto de la familia era el plan perfecto para las vacaciones.
Llegaron a la casa que habían alquilado, el día de su cumpleaños justo a tiempo para el atardecer. ¡Qué luz tan bonita! ¡Qué colores tan bonitos tenía el cielo!
-Mamá, mira- la llamó Sarah- ¡las nubes son naranjas!
-Ahora no puedo estoy preparando tu sorpresa. Te va a encantar.
-Ashley ven, te va a encantar, es mejor que los dibujos de la tele.- volvió a llamar la niña.
-Sarah déjame, estoy hablando por teléfono y es muy importante, ¿podrías no molestarme con tus nubes de colores?
-Pues ellos se lo pierden_ murmuró para sí y volvió a fijar su mirada en el sol que ya se escondía tras los árboles. Entonces entró a la casa y se sentó a cenar con su familia. Mamá había preparado su plato favorito huevo frito con patatas en gorma de corazón. Cuando terminaron, Ashley se levantó de la mesa, fue a la cocina y volvió con una gran trata de chocolate y galletas, la preferida de su hermanita.
-¡Feliz cumpleaños!-exclamaron todos a coro mientras Sarah soplaba las velas y abría entusiasmada todos sus regalos. Y todo mientras papá grababa todo con su nueva cámara.
Llegó la hora de dormir, Sarah se fue a su cama abrazada a su nueva muñeca, Lora, que tenía un bonito vestido azul oscuros con puntitos de plateada purpurina salpicados por todo el traje. Iba a cerrar los ojos cuando una suaves luz se filtró entre las cortinas de la ventana de su habitación. Sarah se levantó corrió la cortina y..
-¡Halaaaaa!-murmuró maravillada. Se levantó de la cama y corrió al salón donde estaban su hermana y sus padres.
-¡Mami, mami! ¡Gracias por el regalo! son muy bonitas, ¿las has puesto tu todas?- los padres miraban a su hija sin llegar a comprender.-Ashley ven mira,-dijo cogiendo a su hermana de la mano y guiándola hasta la ventana de su habitación.-¿A qué son preciosas? Mamá las colocado toda, bueno, creo que papá la ayudado un poco.
-¡Vaya!-comentó su hermana- si que son bonitas, sí.
-Pero ¿de qué hablas Sara?- preguntaron sus padres entrando en la habitación.
-De las estrellas, de lo bonitas que os han quedado. Me gustan mucho.-Contestó la niña corriendo a dar un abrazo a su padres. Estos sonrieron, cómplices, y decidieron no decir. Sería mejor contárselo en otro momento, Sarah estaba encantada con aquellas estrellas que sus padres "habían pegado" en el cielo. La pequeña contemplaba los astros con fascinación. Realmente eran hermosas. No eran bolas brillantes, ni los reflejos de la cuidad, eran mucho más. Eran pequeñas lucecitas que brillaban como diamantes en el firmamento, formaban grupos. Todas tenían un brillo diferente, todas parecían guardar un secreto o una historia que contar. Algunas incluso atravesaban el cielo a toda velocidad dejando tras si una luminosa estela de polvo plateado.
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