Bienvenidos a este pequeño rincón de imaginación, magia y una pizca de locura. Para quienes se pregunten quién soy, soy una enamorada de la vida y la lectura, con mil sueños y delirios de escritora. ¿Qué vais a encontrar aquí? Todo lo que te puedes encontrar, precisamente, entre las páginas de un libro: historias, fotos, dibujos, recuerdos, reflexiones, susurros de otros tiempos, un poco de poesía, alguna sátira,… y, escondida entre las letras, un poco magia.
Así que no os quedéis en la portada, pasad y disfrutad de vuestro viaje por este mundo Entre las páginas de un libro.
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lunes, 30 de octubre de 2017
miércoles, 18 de octubre de 2017
sábado, 7 de octubre de 2017
martes, 3 de octubre de 2017
Una promesa a medias
- ¡NO! ¡No quiero irme! ¡MAMÁ!- la niña se soltó y corrió
hacia su madre, llorando.
- Ya lo hemos hablado, solo será por un tiempo. Luego volveremos a estar
juntas.- Contestó la madre tragándose su tristeza y componiendo una quebradiza
sonrisa.
- ¿Y papá también?
La imagen de su marido subiendo al camión junto a otros soldados volvió a su mente.
- Sólo si tú me prometes que volveremos a estar los tres juntos.
La madre se echó a llorar y abrazó a su hija con fuerza.
- Te lo prometo- sollozó, aunque sabía que esa sólo era una promesa a medias.
La madre observó a su hija alejarse hacia la seguridad en aquel tren con el corazón divido por segunda vez.
lunes, 18 de septiembre de 2017
El cuaderno viajero
(Aclaración por si acaso: un mes después de finalizar este pequeño relato, escribí una versión de este ligeramente diferente que presenté al Certamen de relatos breves de la Facultada de Medicina de la UNEX).
En el hospital se acumulan las horas. Eso lo sabe todo aquel que haya tenido que velar a un familiar o amigo enfermo. Las horas pasan lenta y perezosamente, convirtiéndose en días casi sin darnos cuenta. Pero el tiempo no pasa igual para todos. Hay muchos tipos de espera, la del enfermo que sabe que va a recuperarse, la del que espera poder recuperarse, la del que sabe que sólo queda esperar y la del acompañante que espera a que ocurra una de las 3 anteriores, con una mezcla miedo, esperanza, resignación, impotencia, aceptación a veces, y nerviosismo. Y entre esas 4, hay un sin fin se matices, teñidos con las emociones de aquellos que esperan.
En el hospital se acumulan las horas. Eso lo sabe todo aquel que haya tenido que velar a un familiar o amigo enfermo. Las horas pasan lenta y perezosamente, convirtiéndose en días casi sin darnos cuenta. Pero el tiempo no pasa igual para todos. Hay muchos tipos de espera, la del enfermo que sabe que va a recuperarse, la del que espera poder recuperarse, la del que sabe que sólo queda esperar y la del acompañante que espera a que ocurra una de las 3 anteriores, con una mezcla miedo, esperanza, resignación, impotencia, aceptación a veces, y nerviosismo. Y entre esas 4, hay un sin fin se matices, teñidos con las emociones de aquellos que esperan.
Y eso es lo que hace esa mujer, esperar.
Tal vez no la hayas visto cuando pasaste por el pasillo de la planta para
visitar a tu amigo o familiar enfermo. Es normal, casi no se la ve, está
sentada en una silla junto a la cama, esperando. ¿A qué? No lo sé, simplemente
espera. Y mientras, llena su espera con palabras que escribe lenta y
deliberadamente en un cuaderno de piel moientras la persona a la que vela
duerme. Escribe en su cuaderno, sin emoción
reconocible en el rostro, pero en su interior las emociones bullen con
intensidad. Alegría, tristeza, nostalgia, esperanza, resignación,
aceptación,... Los recuerdos de otros momentos también pasan ante sus ojos
colándose entre las emociones.
De vez en cuando y sin variar su
aparentemente inexpresión, mira a la persona dormida. A veces incluso le toca
brevemente la mano, para al poco tiempo, volver a su espera y a sus
palabras. Cada cierto tiempo llega alguien, que aligera
la espera y descongela el tiempo por unos momentos, para luego volver a la
lentitud inicial una vez que el visitante se ha ido. Entonces la mujer vuelve a
su espera.
Ya son las 8 de la
mañana y la mujer lleva toda la noche sentada en la misma silla, esperando.
Esperando y escribiendo. Ha costado unos minutos, pero por fin las enfermeras
la han convencido. Es hora de volver a casa y dormir en condiciones. Y hasta
entonces las enfermeras y médicos se ocuparán de la persona enferma.
"Váyase a casa unas horas y descanse. Si hay algún cambio la llamaremos". Le dice una enfermera, ya veterana. Así que la mujer recoge
las pocas cosas que ha traído consigo, su bolso, su botella de agua y su
cuaderno, y se marcha. Tal vez si no estuviese estado tan cansada se
habría dado cuenta de que justo en el momento en el que ha abierto la puerta
para salir del hospital, su precioso cuaderno se ha caído al suelo. Pero ha
sido una noche demasiado larga y ya apenas es capaz de mantener los ojos
abiertos.
* * *
Unos minutos más tarde, un médico
residente de digestivo saliente de guardia, sale del hospital con la cama como
destino. Abre la puerta de salida y al momento sus pies se encuentran con
un cuaderno de piel. Extrañado, lo recoge y mira a su alrededor, no hay nadie y
la recepción aún no ha abierto. Así que se encoge de hombros, se lo mete bajo
el brazo y sigue andando. Mañana lo devolverá a Objetos Perdidos, ahora está
tan cansado que duda encontrar Objetos Perdidos.
El joven se mete en el metro y se sienta en uno de los asientos a esperar al tren. "10 minutos para el próximo tren",
rezaba el panel informativo. El joven residente suspira con resignación.
Entonces el joven fija su atención en el cuaderno que acaba de encontrar. Es un
cuaderno simple y a la vez muy bonito, de media cuartilla de tamaño y con
las tapas forradas en piel oscura, casi negra. Apenas tiene unas páginas
escritas, 10 como mucho. Las esquinas están reforzadas
con un metal dorado grabado con delicadas filigranas. El lomo presenta un par
de líneas ligeramente hondadas en la piel, de medio centímetro de ancho, una
arriba y otra abajo. La tapa de delante tiene como única decoración el contorno
dorado de un rectángulo. Por detrás es totalmente liso.
Lo sostiene entre sus mano, preguntándose
de quién será, qué habrá escrito en él. En la tapa no pone nada, ni nombre ni
ninguna otra cosa que pudiese aportar ninguna información sobre su
contenido. La curiosidad va aumentando. Sus manos titubean, y el joven
mira indeciso la tapa, sin saber si abrir o no el cuaderno. No debería...
lunes, 6 de marzo de 2017
El alpinista
"La belleza es la única
parte visible del espíritu."
La joven periodista entró en la
habitación acompañada tan solo de su libreta y su teléfono móvil. Dentro estaba
la esperaba Daniel Harris, el famoso alpinista.
- Jenna-
saludó el joven.
La periodista estrechó la mano que
le tendía con una sonrisa. Acto seguid tomó asiento frente a él, dejó su
cuaderno de notas a un lado y encendió la grabadora de su teléfono, como de
costumbre. Y tras dejar el móvil sobre les cuaderno, se volvió hacia Daniel.
No era ni la primera, ni la segunda vez que Jenna entrevistaba al
alpinista y eso se veía a primera vista. La entrevista parecía más bien
una agradable y amena conversación entre dos amigos, cosa que Daniel agradecía
enormemente. En los últimos años había tenido que ofrecer innumerables
entrevistas, todas iguales, siempre las mismas preguntas, los mismos
comentarios, las mismas respuestas. Por eso era tan agradable ser entrevistado
por Jenna. La joven periodista no se preocupaba por tomar notas, ni miraba el
guión que sus jefes le habían preparado para la ocasión. La conversación era
grabada y más tarde transcrita. Sus artículos siempre eran bien recibidos y
siempre objetivos, evitando audazmente opiniones y comentarios subjetivos de
los que otros periodistas habrías sacado oro puro.
Las preguntas de la periodista le
hicieron recordar sus inicios en el mundo del alpinismo a los 8 años, de la
mano de su padre, y al mundo de la fama hacía tan solo 4 años. En ese tiempo
había coronado en tiempo récord, un nada desdeñable número de picos. Nombres
como el Mont Blanc, el Naranjo de Bulnes, el Kilimanjaro, o el Annapurna, no
eran más que una pequeña muestra de su cada vez más grande colección de picos.
- Y
qué hay de la sensación de coronar un pico ¿Qué sientes al subir una montaña?
¿Qué es lo que más te gusta de subir a un pico?
- La
adrenalina. - Respondió enseguida.- Esa sensación de poder, de que puedes
lograrlo todo. Me encanta la satisfacción de superar cada reto que la
Naturaleza me plantea, derrotarla en cada enfrentamiento, desvelar sus secretos...
Y sobre todo esa sensación de tener el mundo entero a mis pies... Te sientes
como el rey del mundo.
- ¡Guau!
Dicho así, dan ganas de ponerse las botas y salir a la aventura- rió Jenna.-
Tal vez algún día de estos lo intente.
- Yo
te llevaría, pero ¿serías capaz de aguantar hasta el final? No te veo yo con
una mochila a los hombros subiendo y bajando montañas, eeeh. - comentó el
alpinista entre risas.
- Es
posible que necesitase una buena temporada de puesta a punto, pero seguro que
después de eso no habría cumbre que se me resistiese. Fijo. -Dijo Jenna con
cómica convicción.
Ambos acabaron riéndose de sus
propias tonterías. Unos minutos después Jenna tomaba aire para calmarse y
siguir con la entrevista.
- Entonces
para ti, el alpinismo, no es más que una hazaña, un reto físico, ¿no?
- Sí…
A ver, no es lo único que me motiva a subir un pico, el viaje en sí también
bien es bonito, conoces gente diferente, sitios... Pero verás, solo tenemos
esta vida, vivimos para descubrir los secretos de este mundo, el resto puede
esperar.
La conversación continuó con el
mismo tono desenfado, hasta que 45 minutos más tarde, Jonh, él amigo y
representante de Daniel se asomaba a la habitación para avisar a Jenna de que
tan solo le quedaban 5 minutos de entrevista.
- Vaya, esta vez sí que se nos ha ido
de las manos -comentó con una sonrisa.- Me vas a perdonar pero voy a tener que
tirar de guión para terminar, o mi jefe me pondrá de nuevo a escribir columnas.
- Daniel asintió con la cabeza, y en un par de segundos la periodista escogió
una pregunta de entre las cientos que le habían preparado.
- - Ya
para terminar, Daniel, qué harás por tu 25 cumpleaños, ¿cómo vas a
celebrarlo esta vez?
El joven alpinista esbozó una sonrisa gatuna.
- - Por
todo lo alto... en el Everest.
domingo, 5 de febrero de 2017
Mi casa
Me llamo Nadia, tengo 9 años y vivo en una casa enorme y preciosa. Pero no vivo sola, toda mi familia vive conmigo. En los últimos años mi familia ha crecido mucho, y estamos empezando a tener problemas de espacio, pero parece que de momento hay sitio para todos.
Como he dicho mi casa es muy grandes, tiene muchas habitaciones, que al igual que los que las viven en ellas, cada una es única e irrepetible. Todos somos muy diferentes, tenemos diferentes gustos, creencias, costumbres y hasta diferente color de piel. A simple vista nadie creería que somos familia, pero lo somos.
A pesar de nuestras diferencias, parece que, al menos algunos de nosotros, hemos aprendido a convivir en relativa paz y armonía. Aunque es cierto que a los mayores les ha costado bastante llegar a este punto, no podemos ocultar que en casa ha habido grandes peleas. Y desgraciadamente,
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