El azul, por asociación y tradición se ha relacionado con bastante frecuencia al frío, al invierno e, inevitablemente, también a la tristeza. Curiosamente también es el color favorito de muchos, dato que quizás delate una cierta melancolía nostálgica de fondo en la sociedad. Un anhelo de tiempos pasados, un deseo de momentos mejores... Quizás.
Con todo, siempre busqué en este color tintes luminosos y matices cálidos. Algo tan lógicamente sencillo como buscar calor en un carámbano de hielo, pues no es el azul el color en el que pensamos cuando queremos abrigar el corazón.
Sin embargo es imposible negar que en los días más calorusos del verano, no hay azul más intenso que el celeste del cielo despejado. Que tras una larga noche no hay color que alegre más que el tierno azul al alba. Que el bello color del Mediterráneo tiene miles de matices para quien sabe mirar, pues no hay sensación más reconfortante que contemplar el mar de alegre turquesa en la mañana, y de reflexivo añil al atardecer. Que no hay mirada más intensa que la de aquellos ojos en cuyos océanos te puedes perder.