Bienvenidos a este pequeño rincón de imaginación, magia y una pizca de locura. Para quienes se pregunten quién soy, soy una enamorada de la vida y la lectura, con mil sueños y delirios de escritora. ¿Qué vais a encontrar aquí? Todo lo que te puedes encontrar, precisamente, entre las páginas de un libro: historias, fotos, dibujos, recuerdos, reflexiones, susurros de otros tiempos, un poco de poesía, alguna sátira,… y, escondida entre las letras, un poco magia.

Así que no os quedéis en la portada, pasad y disfrutad de vuestro viaje por este mundo Entre las páginas de un libro.


lunes, 18 de septiembre de 2017

El cuaderno viajero

(Aclaración por si acaso: un mes después de finalizar este pequeño relato, escribí una versión de este ligeramente diferente que presenté al Certamen de relatos breves de la Facultada de Medicina de la UNEX).

En el hospital se acumulan las horas. Eso lo sabe todo aquel que haya tenido que velar a un familiar o amigo enfermo. Las horas pasan lenta y perezosamente, convirtiéndose en días casi sin darnos cuenta. Pero el tiempo no pasa igual para todos. Hay muchos tipos de espera, la del enfermo que sabe que va a recuperarse, la del que espera poder recuperarse, la del que sabe que sólo queda esperar y la del acompañante que espera a que ocurra una de las 3 anteriores, con una mezcla miedo, esperanza, resignación, impotencia, aceptación a veces, y nerviosismo. Y entre esas 4, hay un sin fin se matices, teñidos con las emociones de aquellos que esperan.

Y eso es lo que hace esa mujer, esperar. Tal vez no la hayas visto cuando pasaste por el pasillo de la planta para visitar a tu amigo o familiar enfermo. Es normal, casi no se la ve, está sentada en una silla junto a la cama, esperando. ¿A qué? No lo sé, simplemente espera. Y mientras, llena su espera con palabras que escribe lenta y deliberadamente en un cuaderno de piel moientras la persona a la que vela duerme. Escribe en su cuaderno, sin emoción reconocible en el rostro, pero en su interior las emociones bullen con intensidad. Alegría, tristeza, nostalgia, esperanza, resignación, aceptación,... Los recuerdos de otros momentos también pasan ante sus ojos colándose entre las emociones.

De vez en cuando y sin variar su aparentemente inexpresión, mira a la persona dormida. A veces incluso le toca brevemente la mano, para al poco tiempo, volver a su espera y a sus palabras. Cada cierto tiempo llega alguien, que aligera la espera y descongela el tiempo por unos momentos, para luego volver a la lentitud inicial una vez que el visitante se ha ido. Entonces la mujer vuelve a su espera. 

Ya son las 8 de la mañana y la mujer lleva toda la noche sentada en la misma silla, esperando. Esperando y escribiendo. Ha costado unos minutos, pero por fin las enfermeras la han convencido. Es hora de volver a casa y dormir en condiciones. Y hasta entonces las enfermeras y médicos se ocuparán de la persona enferma. "Váyase a casa unas horas y descanse. Si hay algún cambio la  llamaremos". Le dice una enfermera, ya veterana. Así que la mujer recoge las pocas cosas que ha traído consigo, su bolso, su botella de agua y su cuaderno, y se marcha. Tal vez si no estuviese estado tan cansada se habría dado cuenta de que justo en el momento en el que ha abierto la puerta para salir del hospital, su precioso cuaderno se ha caído al suelo. Pero ha sido una noche demasiado larga y ya apenas es capaz de mantener los ojos abiertos.

* * *

Unos minutos más tarde, un médico residente de digestivo saliente de guardia, sale del hospital con la cama como destino. Abre la puerta de salida y al momento sus pies se encuentran con un cuaderno de piel. Extrañado, lo recoge y mira a su alrededor, no hay nadie y la recepción aún no ha abierto. Así que se encoge de hombros, se lo mete bajo el brazo y sigue andando. Mañana lo devolverá a Objetos Perdidos, ahora está tan cansado que duda encontrar Objetos Perdidos. 

El joven se mete en el metro y se sienta en uno de los asientos a esperar al tren. "10 minutos para el próximo tren", rezaba el panel informativo. El joven residente suspira con resignación. Entonces el joven fija su atención en el cuaderno que acaba de encontrar. Es un cuaderno simple y a la vez muy bonito, de media cuartilla de tamaño y con las tapas forradas en piel oscura, casi negra. Apenas tiene unas páginas escritas, 10 como mucho. Las esquinas están reforzadas con un metal dorado grabado con delicadas filigranas. El lomo presenta un par de líneas ligeramente hondadas en la piel, de medio centímetro de ancho, una arriba y otra abajo. La tapa de delante tiene como única decoración el contorno dorado de un rectángulo. Por detrás es totalmente liso. 

Lo sostiene entre sus mano, preguntándose de quién será, qué habrá escrito en él. En la tapa no pone nada, ni nombre ni ninguna otra cosa que pudiese aportar ninguna información sobre su contenido. La curiosidad va aumentando. Sus manos titubean, y el joven mira indeciso la tapa, sin saber si abrir o no el cuaderno. No debería...