Bienvenidos a este pequeño rincón de imaginación, magia y una pizca de locura. Para quienes se pregunten quién soy, soy una enamorada de la vida y la lectura, con mil sueños y delirios de escritora. ¿Qué vais a encontrar aquí? Todo lo que te puedes encontrar, precisamente, entre las páginas de un libro: historias, fotos, dibujos, recuerdos, reflexiones, susurros de otros tiempos, un poco de poesía, alguna sátira,… y, escondida entre las letras, un poco magia.

Así que no os quedéis en la portada, pasad y disfrutad de vuestro viaje por este mundo Entre las páginas de un libro.


miércoles, 29 de febrero de 2012

El cuentacuentos

Mientras leeís: ttp://www.youtube.com/watch?v=LveS3tx-6cQ&feature=player_detailpage


La noche cubrío la región con su oscuro manto. Los habitantes de la aldea volvían a sus casas, blandiedno farolillos contra la noche. A las afueras de la aldea estab el bosque, oscuro como la boca de un lobo. Repleto de seres horrbles, monstruosos y despiadados que salía cada noche, o al menos eso contaba la leyenda.

Los aldeanos duermen plácidamente en sus casas y mientras en el bosque  se oye un suave aleteo, una risa conteniada, susurros entre las sombras. Ya era media noche. la luna brillaba alta en lo alto del cielo. la luz se filtraba entre las ramas del bosque produciendo extrañas sombras. Destellos dorados resaltan en la oscuridad. Se dirigen a un diminuto claro. En el medio de este, seal zaba imponente el cuentacuentos, un árbol milenario. Entre sus nudosas raíces habían diminutas lucecitas doradas que brillaban con instensidad.

Sin embargo aquello es algo más que diminutas centellas. Si observan fijamente, se puede llegar a dislumbrar pequeños rostros infantiles, con grandes ojos negros y profundos como pozo, sonrisa traviesas, orejitas puntiagudas y narices respingonas o chatas. de los luninosos cuerpos de aquellos diminutos seres salían una finas alas con intrincadas runas pintadas en ellas. Las hadas luminosas llenaban aquel pequeño claro conviertiendolo el suelo de este en una alfombra dorada.

Todas esperaban pacientemente el momento. De repente el silencio se adueñó del lugar y una suave brisa atrevésó el claro y se filtró entre las hojas y ramas del árbol milenario y una suave y hermosa melodía empezó a sonar. Las hadas movieron nerviosamente las alas, expectantes. La musica continuó, como un susurro. todas escuchaban embelesadas la canción, algunas incluso cerraban sus ojitos para escuchar mejor. El viento les traía una historia, como cada noche, y allí en el claro del árbol milenario se sentaban todas las noches a las doce en punto a escuhar el cuento narrado por el árbol. El viento llega siempre puntual, trayendo historias de cada rincón del mundo. Historias de caballeros en apuro y valientes princesas, relatos de rebeldes soldados que se alzan buscando la libertad, de pintores de cuyos pinceles retartan el alma,... Historias que el vietno trae, el árbol cuenta y que las hadas escuchan.



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lunes, 20 de febrero de 2012

Inmortal

Paseaba por las calles, lenta y tranquilamente, observandoles. Era un joven alto, rubio, y cualquiera que lo viese de lejos le habría echado alredeor de unos veinte años de edad. Pero si alguien le hubiese mirado a los ojos, habría llegado a una conclusión  muy distinta. Sus oscuros ojos eran como pozos sin fondos. En ellos se podía ver la vitalidad de un niño, la sabiduría de un adulto, y el cansancio de un anciano. Como si el tiempo hubiese pasado por él pero sin llegar a tocarle.
 Él había viajado por todo el mundo estudiando a los humanos, estudiando el mundo. ¡Todo era tan corto en la Tierra! Todo estaba en constante cambio, nada permanecía. Cada generación moldeaba el escenario a su antojo. Hasta los antiguos guardianes de la Tierra, las montañas, habían cambiado, se habían erosionado, o habían sido explotadas por los hombres.
"El ser humano" se dijo con cansancio, siempre era el ser humano, se creían los dueños de todo y ni siquiera tenían tiempo para poseer todo aquello que creían suyo. "Llevan tan poco tiempo en la Tierra",-reflexionó-" y sin embargo han dejado una huella indeleble tras ellos, para bien y para mal" .
Había oído y visto de todo. Había visto nacer el sol, había visto crecer la vida en la Tierra, había contemplado generaciones y generaciones nacer, creecer y morir. Pero no había encontrado nada comparable al hombre. Había escuchado sus famosos y típicos gritos en las coronaciones de los reyes medievales:"¡Larga vida al rey!"
"Larga vida...-se repetía el joven- ni ellos mismos no saben el significado se sus propias palabras".

Recordó todas sus experiencias. Que corto había sido todo aquello en comparación con lo que le quedaba,  toda una eternidad, ¡y los humanos creen tener largas vidas! No duraban más que un suspiro. Todo es tan corto para ellos...
Sin embargo muchos, osados o imprudentes, a lo largo de la historia habían querido ampliar su perido de estancia en la Tierra. Habían buscado en vano la llamada fuente de la juventud, la piedra filosofal...
"Larga vida, no saben lo que piden" repetía el ser inmortal. Sin embargo tenía que ser indulgente con ellos, porque no tienen el tiempo suficiente para aprender sus errores, ni para reparar en el daño que sus fallos provocan, son como niños pequeños, presuntuosos y llenos de curiosidad.
 Pero, la curiosidad del inmortal, hacía tiempo que se había desvanecido, él ya había descubierto todo lo que el hombre tardaría milenios en comprender.
 Y en el fondo les envidiaba, la mortalidad era lo único que él no tenía y que ellos sí poseían. Él había tenido tiempo de sobra para comprobar el valor de dicho "don", mientras que los humanos no tenían el tiempo suficiente para darse cuenta de ello.
 Porque una vez que lo conoces todo, una vez que ya has recorrido todos los caminos, una vez que ya no queda nada por hacer, una vez que ves como todo lo que quieres desaparece, ya solo quieres una cosa, descansar.
Pero así era como debía de ser, él debía permanecer, guardado los sueños imposibles de los humanos, como la inmortalidad, para que no los alcanzasen, para que pudieran seguir soñando.






Creer, ver, volar como Peter Pan.

Mientras leeís: http://www.youtube.com/watch?v=1DF-UPmTZAY&feature=player_detailpage


Ya había llegado la hora. Ya eran las doce de la noche. El silencio reinaba en toda la casa. Todos dormían. Todos, excepto Lucy. La pequeña niña de ojos esmeralda y pelo avellana que había estado tumbada en su cama con los ojos cerrados pero sin dormir, simplemente esperando, abrió de repente los ojos de par en par. Retiró las sábanas que cubrían su cuerpo y se deslizó fuera de la cama. Sus pies se posaron sobre la fría madera, pero a ella no pareció importarle. Iba arrastrando su largo y blanco camisón con puños y cuello de encaje. Su paso era lento, pero firme y seguro. Caminaba sin vacilar y sin hacer ningún ruido, cualquiera que la hubiese visto diría que sus pies no tocaban el suelo. Pasó delante del dormitorio de sus padres y de sus hermanos mayores. Todos ellos sumidos en un profundo sueño en sus frías, oscuras y silenciosas habitaciones. Lucy negó con una sonrisa traviesa en la cara. Ingenuos. Siguió caminando y llegó a las escaleras. Subió un escalón y luego otro. Si alguien se hubiese parado ha escuchar, habría oído una suave melodía que provenía del desván, que se hacía más intensa con cada escalón que se subía. Era una melodía suave, sugerente, susurrante, misteriosa, hipnótica y puede que hasta un poco siniestra. A cada paso que daba más cerca estaba de su objetivo, menos espacio la separaba de la puerta del desván.
Ya había terminado de subir, puso una mano en el pomo, abrió la puerta y sonrió.
Como siempre la esperaban. La ventana estaba abierta de par en par, una fría brisa entraba inundando la habitación. El viento revolvió los cabellos de la niña, que cerró los ojos disfrutando de la sensación. Abrió los ojos y tomó la mano que le tendía una de las criaturas allí presentes.
Pronto estuvieron sobre volando las solitarias praderas bañadas por la luz de la luna, las pequeñas aldeas adornadas con pequeños puntos luminosos, los farolillos.

Por mucho que, aquellos que se encontraban a ras del suelo, alzasen la mirada al firmamento no verían más que brillantes puntos lejanos y una blanca luna. Por mucho ruido que hiciesen Lucy y sus amigos, por muy bajo que volasen, nadie repararía en ellos. Eran demasiado mayores, demasiados incrédulos como para poder verles. Porque no se puede ver algo en lo que no se cree. Y esas criaturas que acompañaban a Lucy y que parecían sacadas de un cuento de hadas, era algo, que por alguna razón, la gente mayor no podía ver,... ni entender. Tan solo unos niños que seguían despiertos y alzaron la mirada en ese momento, sí les vieron, por la simple razón de ser niños, por su inocencia, por su inmensa imaginación, por el simple hecho de creer.
Y desde lo alto del cielo, Lucy podía ver como los niños la sonreían al verla, y como unos callaban lo que acaban de ver mientras otros corrían a contárselo a sus padres, en el vano intento de hacerles creer. En estos momentos, Lucy meneaba la cabeza con pena, ella también había querido compartir sus aventuras con sus padres y hermanos, pero nunca la habían creído. Al principio habían creído que se lo soñaba, luego habían pensado que se había vuelto loca, por eso, Lucy había dejado de habar sobre sus amigos y los momentos que pasaba con ellos.
 
Los años pasaron, todos crecieron, incluso Lucy creció. Los niños de la aldea dejaron de ver a los misteriosas criaturas del desván de Lucy, dejaron de ver todo lo que veían cuando eran pequeños. Menos Lucy, que a pesar de todo, siguió viendo volar a los mágicos seres que un día jugaron con ella. Solía sentarse en el porche de su casa a observar el cielo nocturno y a sus criaturas, recordando con una sonrisa en los labios y lágrimas en los ojos. Porque a pesar de todo, incluso Lucy había crecido, y llegó un día en el que ya no fue capaz de alzar los pies del suelo, en el que se quedó mirando con tristeza como sus amigos alzaban el vuelo y se alejaban alicaídos por no poder volar con su amiga.

En la infancia dejamos todas nuesras inocentes ilusiones, nuestra inmensa imaginación y la capacidad de ver y creer. El crecer implica madurar, pero no dejar de soñar y creer en lo "imposible". Y sin embargo... solo algunos mayores son capaces de ver como niños pequenños.Tan solo unos cuantos conservan su espíritu de niño de Peter Pan.

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