Bienvenidos a este pequeño rincón de imaginación, magia y una pizca de locura. Para quienes se pregunten quién soy, soy una enamorada de la vida y la lectura, con mil sueños y delirios de escritora. ¿Qué vais a encontrar aquí? Todo lo que te puedes encontrar, precisamente, entre las páginas de un libro: historias, fotos, dibujos, recuerdos, reflexiones, susurros de otros tiempos, un poco de poesía, alguna sátira,… y, escondida entre las letras, un poco magia.

Así que no os quedéis en la portada, pasad y disfrutad de vuestro viaje por este mundo Entre las páginas de un libro.


martes, 22 de febrero de 2022

22-02-2022

22 de febrero de 2022.
Hay días que no tienen nada de especial, ¿verdad? Hay días que se pierden en la rutina, como la lluvia en el mar, sin pena ni gloria pasan sin más. Hay días que solo tienen de especial la fecha. Es en esos días en los que caigo en la cuenta de que ningún día es igual, que ninguno de los que pasan sin ser recordado volverá, como tampoco vuelven los días en los que daríamos cualquier cosa por parar el tiempo. 

A veces es difícil ver el lado bonito de los días rutinario, ya no digamos de los días difíciles. Tampoco podemos pretender que todos los días sean fantásticos, porque no lo son, ni lo serán, y eso tampoco es malo. Necesitamos esos días grises para apreciar la claridad de los días soleados. Pero no es eso en lo que me quiero enfocar hoy. 

Cada uno de nosotros tiene un tiempo limitado en esta vida, por suerte, no sabemos cuánto es. El problema es que muchas veces olvidamos ese dato, y nos olvidamos de que cada día que pasa es único y que nunca más volverá. No nos damos cuenta del paso del tiempo hasta que la vida nos lo recuerda. A veces de golpe y porrazo, cuando se cansa de vernos perder el tiempo, otras con un toque más sutil y delicado como una fecha, una coincidencia. 

22 de febrero de 2022.  22/02/2022. 
Una curiosa casualidad del tiempo que no volveré a ver nunca más en toda mi existencia. Y eso es algo que me ha arrancado de mi rutina por un momento.
Si, mi vida seguirá su curso y seguiré teniendo días, buenos, malos y días sin pena ni gloria, pero cada día que pasa es uno que no volverá. Esto no va a hacer que todos mis problemas se solventen milagrosamente y que a partir de mañana siempre salte de la cama dispuesta a comerme el mundo. Pero me sirve para mantener un ojo en el calendario y no olvidarme de que todo pasa, para bien y para mal, y de que cada día a su manera, es especial y único aunque en ese momento yo no pueda verlo. Así cuando tenga los ojos despejados podré saborear los detalles del día a día y no lamentarme por un tiempo que ya pasó y que ni siquiera recuerdo. Porque quiero vivir cada día, apreciando su sabor, porque aunque no siempre lo note, está ahí, y la única manera de notarlo es entrenando el paladar, no perdiéndose en la rutina y perdiendo la cuenta de los días que pasan.

Cada día tiene su tesoro, aunque no siempre lo encontramos. No todos los días son grandes sorpresas, a veces son pequeños y sutiles detalles. Sea como sea no quiero perdermelos, por ellos agudizaré mi vista y entregaré mi paladar.

Tenemos 24 horas para encontrar el tesoro diario. Preparados, listos... ¡YA!

lunes, 14 de febrero de 2022

La misma piedra de siempre

De nuevo estoy en el punto de no retorno, saludando a la piedra con la que voy a tropezar. Ya lo estoy viendo. Pero no me doy media vuelta. Me quedo ahí, en mitad de esta senda, sonriéndole a la piedra. Y ella permanece en su sitio, con tranquila suficiencia, casi provocándome para que dé un paso más en su dirección, para que continúe por esta senda medio desdibujada, cada vez más tortuosa. 

Miro por un momento a mi espalda. Aún puedo ver el camino por el que venía y del cual me he desviado. Aún puedo volver, aún estoy a tiempo de aprovechar el momento y retroceder. Pero algo me llama. La probabilidad, de una entre un millón, de no resbalar y acabar magullada, llena de raspones y con algo roto, junto con la promesa de una divertida y trepidante caminata antes de la caída. Y, una vez más, permanezco inmóvil, viendo pasar el momento que podría salvarme mientras le saludo como una tonta mientras pasa. 

Sé que me voy a caer de bruces, lo estoy viendo. No dejo de repetirme que es mejor dejarlo ahora que aún estoy a tiempo, ahora que aún conservo el suficiente juicio como para abandonar y seguir por otro camino. Pero por otra parte, oigo una vocecita que susurra entre maliciosa y caprichosa "podría ser divertido". 

Suspiro. Sé que me arrepentiré. Ya lo estoy viendo. Suspiro, porque por mucho que digan que quien no arriesga no gana, yo siempre llevo las de perder hasta el punto de que ya conozco todos lo ángulos de la dichosa piedra que siempre me hace resbalar y caer ladera abajo cada vez que no retrocedo y decido apostar.

Soy una insensata. Lo sé. Entre otras cosas porque me quiero convencer de que esta vez si podré dar unos pasitos más por esta senda antes de dar media vuelta y volver intacta. Ilusa de mí, que quiero demostrar que esta vez no solo esquivaré la piedra, sino que la saltaré y podré disfrutar del la senda sana y salva antes de decidir volver. 

Suspiro, está vez con una risa contenida mientras me remango y me recojo el pelo. Que al menos no se me enrede el pelo más de la cuenta. Y con despreocupación, doy un paso firme al frente, hacia la misma piedra de siempre.