Bienvenidos a este pequeño rincón de imaginación, magia y una pizca de locura. Para quienes se pregunten quién soy, soy una enamorada de la vida y la lectura, con mil sueños y delirios de escritora. ¿Qué vais a encontrar aquí? Todo lo que te puedes encontrar, precisamente, entre las páginas de un libro: historias, fotos, dibujos, recuerdos, reflexiones, susurros de otros tiempos, un poco de poesía, alguna sátira,… y, escondida entre las letras, un poco magia.

Así que no os quedéis en la portada, pasad y disfrutad de vuestro viaje por este mundo Entre las páginas de un libro.


martes, 6 de marzo de 2018

Blanco y negro


Os recomiendo escuchar esta canción mientras leéis.


Había pasado mucho tiempo desde el último enfrentamiento, tanto que ya nadie recordaba quién se había alzado con la victoria. Pero hoy aquel eterno enfrentamiento volvería a tener lugar. Los  dos ejércitos se reunieron en el campo de batalla. Uno a uno todos los componentes de ambos bandos fueron llegando y formando filas. A un lado se encontraba el ejército Blanco, al otro el Negro. 
La batalla estaba a punto de comenzar una vez más.  Entre las filas de ambos ejércitos podían percibirse las vibrante emociones que preceden a toda batalla, nerviosismo, miedo, inquietud, impaciencia,... y la determinación por librar una hermosa batalla que les lleve a victoria.




En el ejército Blanco precedido de 10 valientes y fieles soldados rasos se encuentra Rey, el máximo poder del ejército y paradójicamente el más vulnerable. El Rey Blanco no es ni de lejos el más intrépido y ágil de los guerreros, pero vale más que todos ellos juntos. Es una pieza fundamental para su ejército, pues sin él la batalla no tiene sentido.

Junto a él se encuentra la Reina Blanca, La Dama. Es la general de su ejército, una ágil y valiente guerrera, cuya valía equivale a diez soldados. Ella y el Rey son los principales objetivos del Ejército Negro.

Escoltando al Rey y a la Dama, se encuentran los dos guerreros de Al-Phil, que blanden sus espadas con honor. Estos ágiles espadachines son capaces de deslizarse entre las líneas enemigas con silenciosa rapidez y astucia. Junto a ellos se encuentran los dos escurridizos caballeros. Hábiles jinetes capaces sortear cualquier obstáculo en el campo de batalla y en territorio enemigo. Para ellos no existen las barreras. Por último, en ambos extremos del ejército, se encuentran las torres vigías que vigilan todo cuanto ocurre en el campo de batalla. En cada una de las torres, 5 soldados apostados en cada una de su almenas esperan, atentos la señal de su general, el momento para atacar al enemigo o defender con su vida si es preciso al Rey.

En ambos ejércitos la distribución de fuerzas es la misma. Ninguno juega con ventaja inicial. El resultado del enfrentamiento depende únicamente de la astucia y estrategia de cada uno de los ejércitos. Los contrincantes se observan atentamente con un rastro de respeto y seriedad en la mirada. La disputa que está a punto de tener lugar obliga a sus participantes a respetar una serie de normas. La pena por infringirlas es la derrota inmediata y la deshonra, por lo que que ninguno de los soldados osará faltar a lo que dicta la tradición.

La espera llega a su fin, y el ejército Blanco se dispone para la batalla. Al otro lado del campo de batalla, el ejército Negro se prepara a su vez.

La batalla comienza y el ejército Blanco avanza primero. El Negro le imita. Poco a poco los soldados van abriéndose camino en el campo de batalla, allanando el camino para su compañeros que aguardan tras ellos.

Espadachines y caballeros se apresuran hacia territorio enemigo. Los caballeros blancos sortean las defensas negras con gracia y velocidad, ningún soldado es capaz de cortarles el paso. Los espadachines por su parte se introducen entre las líneas enemigas blandiendo su espada sin piedad. Poco a poco los soldados van cayendo, y las defensas negras empiezan a desquebrajarse. Así que el Rey Negro opta por una táctica defensiva, pues conoce el precio de correr riesgos innecesarios. se oculta en su torre desde la cual ayuda a su Reina a dirigir al resto de su ejército.

Por su parte el Rey Blanco observa como, poco a poco, sus hombres se van acabando con el ejército enemigo. Mira a sus caballeros y a sus espadachines, luchando codo con codo contra los negros, y sonríe. Aunque de momento no está bajo amenaza, él también se ha refugiado en una de sus torres, nunca se es demasiado precavido.

La Dama Blanca también está estudiando la batalla, tomando nota de cada movimiento que realizan los Negros, midiendo su fuerza y sus defensas. Entonces lo ve claro. Su momento ha llegado. Agarra con fuerza su espada y se dirige hacia el corazón de la batalla. La Dama Negra tampoco se queda atrás y sale de su palacio. Es su deber defender su territorio, y sus hombres la necesitan. Y aunque estén en desventaja no dejará que el ejército Blanco siga avanzando, no mientras ella siga en pie.

La Dama Blanca, se desliza entre las líneas enemigas, desarmando a quienes se interponen en su paso y dejando un reguero de caídos a su paso. Hacía mucho que luchaba y lo echaba de menos, casi podría decir que estaba disfrutando de ese momento. Ve entonces a la Dama Negra que se dirige hacia ella. Mira a su alrededor y pensando en cómo contraatacar. Envía órdenes a sus soldados más cercanos y se mantiene en su sitio, con una media sonrisa. Si la Dama Negra se empeña en acudir a su encuentro, ella la recibirá como se merece. 

La Dama Negra se dispone a saltar sobre su enemiga con su espada en alto. Entonces La Reina Blanca, hace un gesto se con la mano derecha y la guerrera negra comprende que ha caído en un trampa. Pero ya es demasiado tarde, ya no hay escapatoria. El caballero blanco seco hunde su espada en el cuerpo de su enemiga y La Dama Blanca ve como su igual cae a sus pies. Hace un leve gesto de agradecimiento a su caballero y prosigue su camino. Llama a su más fiel espadachín y juntos se dirigen hacia las últimas defensas del Rey Negro. Avanzan en perfecta coordinación cubriéndose mutuamente las espaldas. Nadie puede cortarles, el paso, nadie puede hacerles frente. 

Al fin llegan a la torre del  el Rey Negro. El espadachín se queda cubriendo a su reina, mientras ella sube por la larga escalinata hasta los aposentos del rey. La puerta está abierta. Ambos enemigos se observan por un momento. La Dama Blanca sabe que el Rey Negro no se lo pondrá fácil y que luchará contra ella hasta el final, sabe que tiene poco tiempo y que su espadachín de Al-Phil no podrá protegerla de la guardia del rey por mucho más tiempo. Calibra sus opciones. En sus manos está ganar la guerra o perder la victoria. Si no juega bien sus cartas, el Rey Negro podría hacer uso de su último recurso para salvar la situación: el suicidio. Si se quita la vida, la guerra habrá terminado, pero el ejército blanco no podrá tocar sus territorios, y los aquellos que aún luchan por él estarían a salvo, los blancos no podrían tocarlos. Pero la Dama Blanca no quiere que la batalla acabe en tablas, si ha llegado hasta allí es para ganar.

Por su parte, el Rey Negro se debate entre confiar en que sus hombres lleguen a tiempo para acabar con la intrusa o, tomar el camino más difícil y usar su as bajo la manga para terminar con todo de una vez por todas y así salvar a sus hombres.

Comienza el último baile y la Dama Blanca avanza hacia el Rey Negro enarbolando su espada, pero este se aparta de la trayectoria de su enemiga. Puede que no sea tan rápido como la reina, pero conoce sus propias y habilidades y sabe que puede derrotarla, así que enarbolando su espada, se planta ante su enemiga, desafiante. 

Rey y Dama se enzarzan en una danza mortal. Avances y retrocesos, estocadas y defensas. Ambos contrincantes se mueven con letal elegancia, pero la desventaja del Rey es clara y la Dama Blanca ya se ha cansado de bailar. La guerrera vuelve a atacar, y una vez más, su golpe vuelve a ser rechazado. A lo lejos escucha gritos y espadas chocando entre sí, luego silencio. Su leal espadachín de Al-Phil ha caído. La Dama aprieta los dientes, se le acaba el tiempo. Agarra con las dos manos su espada y respira hondo, es ahora o nunca. Esta vez la Dama no presta atención su técnica, esta vez sus movimientos no son tan refinados como hasta ahora. Esta vez la Dama Blanca golpea con una fuerza inusitada y sin piedad alguna. En pocos movimientos arrincona a su oponente contra la pared. La Dama asesta un mandoble mientras el Rey observa impotente como su espada cae a un lado dejándolo indefenso ante la Reina Blanca. Esta alza su espada y, tras dedicarle una última mirada, bajó su hoja sin piedad. 

Rey Negro cayó a los pies de la Dama Blanca. La batalla había acabado, el ejército blanco se había alzado con la victoria. 


***


- Bien jugado.- Dijo el joven tendiéndole la mano a su contrincante.- Enhorabuena.
- Gracias. - Contestó la joven.

Y entre los 2 comenzaron a reordenar las fichas en el tablero. 
Y así, una vez más, todas las piezas volvieron a su posición inicial, cada soldado ocupó su lugar frente a los caballeros, espadachines de Al-Phil y a su Rey y Dama. Todos de nuevos en sus posiciones a la espera de que empezase una nueva partida.










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