Bienvenidos a este pequeño rincón de imaginación, magia y una pizca de locura. Para quienes se pregunten quién soy, soy una enamorada de la vida y la lectura, con mil sueños y delirios de escritora. ¿Qué vais a encontrar aquí? Todo lo que te puedes encontrar, precisamente, entre las páginas de un libro: historias, fotos, dibujos, recuerdos, reflexiones, susurros de otros tiempos, un poco de poesía, alguna sátira,… y, escondida entre las letras, un poco magia.

Así que no os quedéis en la portada, pasad y disfrutad de vuestro viaje por este mundo Entre las páginas de un libro.


lunes, 18 de junio de 2012

Cazadora

El extenso valle de Tarium era el hogar de la tribu Sheles. Era un hogar realmente hermoso, lleno de vida. La gran variedad de flora y fauna hacían de Larium un lugar sin igual. Sus cristalinos y susurrantes arroyos, sus verdes bosques, sus coloridas flores, sus apacibles praderas donde los alces y otras criaturas pastaban tranquilamente, sus altas y rocosas montañas, que durante el invierno eran coronadas por blancos mantos de nieve. Los dulces y misteriosos susurro y sonidos procedentes de las criaturas que, en tiempo pasados, habitaron el valle. Desde el sagaz lobo, el astuto zorro, el tranquilo alce, la veloz águila la ingenua mariposa, hasta el ingenioso humano.
En la tribu, cada miembro era diferente de su vecino, cada uno tenía un nombre diferente así como un espíritu distinto. Los cazadores, los hombres encargados de proteger y mantener a salvo a la tribu solían tener como animal representante al oso, al zorro, águila,.. y algunas leyendas contaban que hubo algunos guerreros sheles con el tótem de los lobos aunque hacía muchas generaciones que ningún miembro de la tribu de los Sheles poseía el espíritu de un lobo. Por otro lado el o la chamán del clan llevaba el nombre de animales como la lechuza o búho, que presentaban la sabiduría. Y por último las mujeres, cuya alma llevaba el nombre de animales más apacibles como el petirrojo, el conejo, la mariposa,...
Los niños tenían un espíritu indefinido, sin forma. Eran como barro listo para ser moldeado. Cada uno se forjaba su propia personalidad y así su propia alma.

Shyana, era una de las niñas de la tribu, que empezaba adentrarse en la edad adulta crecer sin tener todavía un animal que la representara lo cual preocupaba no solo a su familia, sino a gran parte de la tribu. Sin embargo a ella por el momento no le interesaba aquello lo más mínimo. De hecho había pocas cosa que despertarán verdadero interés en ella. Nada que no estuviera relacionado con salir del pequeño poblado o la caza, carecía de interés para ella. Detestaba hacer la típicas tareas reservadas para los mujeres y niños. La recolección de fruta y plantas medicinales, tejer ropa, fabricar cestos, ... Observaba con envidia como su amigo Rhis se iba cada mañana de caza mientras ella se quedaba aburrida en el poblado. No era para nada justo.


Ocurrió un día, a principios de la primavera tras un invierno muy duro. Shyana acababa de cumplir trece años. Todos los hombres de la tribu habían ido en busca de comida, que últimamente escaseaba
En el poblado se quedaron solamente las mujeres, cuidando de los pequeños que durante el invierno habían enfermando. No había nada que hacer la joven india se aburría quería poder hacer algo, moverse. Quería que ocurriese algo interesante, algo que la permitiese probarse así misma. Pero jamás habría deseado que ocurriese lo que vino después.
Hacían ya varias horas que los hombres se habían ido y seguramente ya a penas les quedaba nada para volver a casa. Entonces sucedió. Algo se movió entre los arbustos, se oyeron unos leves gruñidos y a continuación como aparecidos de la nada llegó una hambrienta manda de lobos grises, de cinco componentes, dispuestos a cualquier cosa con tal de llevarse algo a la boca. Todos eran machos lo cual solo podía significar una cosa que estaban lo suficientemente hambrientos como para unirse y atacar.
El pánico se desató en el poblado. Había gritos de miedo, la gente corría desesperadamente de un lado para otro.
-¡Shyanna!-gritó una de las mujeres-, ¡ve a buscar a los...Aaaaaaaah!!- La joven volvió a la realidad, entendió lo que le habían dicho. Se dio la vuelta para hacer lo que le habían pedido, pero se vio incapaz de marcharse y dejarles allí. Debía hacer algo. Buscó algo con lo que defenderse a sí misma y al los demás, pero en su lugar encontró al lobo más grande de todos, un precioso e imponente ejemplar gris, que se acercaba poco a poco a la pequeña Lill, hermana menor de Rhis. Tenía que a hacer algo, ayudarla. Sin pensarlo cogió una de las piedras que había a sus pies. Cogió la cinta que sujetaba su larga melena castaña oscura, y con ella hizo una onda con la que lazó la piedra al lobo. Este apenas la miró, siguió acercándose a la niña. Repitió el movimiento dos veces más y a la tercera el animal se cansó de recibir golpes. Se volvió hacia Shyana y comenzó a avanzar hacia ella cada vez con más rapidez. La joven echó a correr. Se cayó varias veces y el lobo la habría alcanzado de no ser porque no corría tan rápido como podría haber hecho. Sin embargo Shyana comenzaba a cansarse. Entonces aparecieron los cazadores de sus tribu el primero apuntó al lobo y estuvo muy cerca de darle, pero este consiguió escapar.
Para cuando llegaron a la aldea, esta estaba mayoritariamente destrozada y los pocos supervivientes intentaban proteger a los numerosos heridos. Los cazadores cargaron sus arcos, lanzaron sus lanzas y los cuatro lobos que quedaban cayeron muertos sobre el suelo.

Durante el resto del día, la aldea al completo se dedicó a enterrar a los que había muerto y a curar a los heridos.  Trabajaron con eficiencia y por la noche ya habían terminado. Entonces El Consejo de Sabios, compuesto por el jefe, el chamán y los ancianos de la tribu, se reunieron en la cabaña del jefe.
Unos momentos después, Shyanna fue llamada a la cabaña.
- Shyanna. Se te pidió que buscaras ayuda no que intentases hacerte la valiente. Nunca escuchas ni haces caso, ¡mira lo que has conseguido! -gritó el jefe de la tribu, muy enfadado.
- Yo... yo solo quería ayudar,-murmuró la joven sin apenas voz.
- ¡Pero si eres una cría!-exclamó iracundo Tekama, el jefe de la tribu.- Ni siquiera sabes protegerte a ti misma, ¿cómo pretendes proteger a los demás?
- Shyanna no vives sola, tus acciones repercuten en toda la tribu.-Agregó uno de los ancianos presentes muy serios.- El precio que hemos tenido que pagar por tu desobediencia, insensatez e irresponsabilidad ha sido demasiado alto.
- Eres casi tan culpable como esos lobos- dijo el chamán.
- Yo...yo lo siento mucho...- Dijo Shyanna con un hilo de voz. 
- De haber hecho lo que Karia te dijo, venir a buscarnos, no estaríamos en estas condiciones. ¿Sabes cuántas vidas podríamos haber salvado?
- Y todavía debemos agradecer que Tekama decidiese volver antes de lo acordado. ¡Y si no hubiésemos decidido volver antes! No te mereces haber sobrevivido, no cuando otros han muerto por tu culpa- escupió el compañero de la difunta Karia. La joven notó que le faltaba el aire antes esas palabras.
- ¡¡Shyanna eres consciente de lo que has causado!!- gritó otro anciano. Shyanna asintió en silencio mientras apretaba con fuerza los ojos intentando en vano reprimir las lágrimas que se agolpaban tras sus párpados. 
- Por esta razón, el Consejo, ha decidido expulsarte de la tribu de los Sheles.-Sentenció Tekama. Shyanna levantó la cabeza de golpe con el miedo y la angustia brillando en sus ojos.
- Será lo mejor para todos. En la tribu no hay sitio para quien que no acata las órdenes que recibe.-Añadió el chamán con frialdad.- Si eres tan capaz como querías demostrar, no tendrás ningún problema. 
- Mañana  al alba -dijo Tekama retomando la palabra- abandonarás la aldea para no volver jamás.

























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