Bienvenidos a este pequeño rincón de imaginación, magia y una pizca de locura. Para quienes se pregunten quién soy, soy una enamorada de la vida y la lectura, con mil sueños y delirios de escritora. ¿Qué vais a encontrar aquí? Todo lo que te puedes encontrar, precisamente, entre las páginas de un libro: historias, fotos, dibujos, recuerdos, reflexiones, susurros de otros tiempos, un poco de poesía, alguna sátira,… y, escondida entre las letras, un poco magia.

Así que no os quedéis en la portada, pasad y disfrutad de vuestro viaje por este mundo Entre las páginas de un libro.


sábado, 24 de marzo de 2012

El pintor de almas

(Este relato, con sus cuatro capítulos han sido enviados a la Antología Solidaria Masqueunahsitoria, razón por la cual no será posible acceder a ellos durante un tiempo).


Ángelo era un excelente pintor a pesar de ser bastante joven. Pintaba como nadie más lo hacía. Era conocido en toda la comarca. Sus cuadros no tenían comparación. Y lo que hacía que Ángelo fuese diferente de todo los demás artistas de su época no era su estilo, ni su forma de pintar, ni la técnica que utilizaba, sino su increíble capacidad para pintar a alguien tal y como era por dentro. Sí, Ángelo era capaz de pintar el alma de las personas.

El por qué de este extraño "don" nadie lo sabía con certeza. Había quien decía que el día de su nacimiento, Karishia, la musa del arte, le había tocado con su etérea mano otorgándole así dicha gracia. Fuera como fuere Ángelo era capaz de cautivar a la gente con sus obras.

Acudía gente de todos los países para pedirle un retrato.
Su fama llegó a los oídos de la mismísima reina Laurien. Una hermosa y presumida joven a la que le encantaba coleccionar retratos suyos. Todos los cuadros los guardaba en un gran salón. Laurien estaba obsesionada con no envejecer y con que la gente la recordara así como era en ese momento, hermosa y joven. Y teniendo retratos de todos los pintores conocidos de la época, el cuadro de un pintor de tanto prestigio y fama como era Ángelo, no podía faltar.


El pintor fue hecho llamar por la reina y llevado ante ella. Cuando Ángelo llegó a la corte quedó impresionada por todo el lujo que lo rodeaba. Pero la mayor sorpresa fue cuando vio a Laurien. Era la mujer más bella que había visto nunca. Su cabello eran finas hebras de oro que descendían suavemente por su espalda en delicados bucles. Sus ojos, relucientes esmeraldas, chispeaban a la luz del sol. Su tez azucena y sus labios rojos como la sangre hacían de la joven el ser más hermoso de todo el país.

-Os hecho llamar porque como supondréis, quiero que me retratéis- habló la reina con su dulce y aterciopelada voz- y si vuestro cuadro me complace, este será colocado en el salón que tengo reservado para todos mis retratos y vos seréis cubierto oro. Acompañadme y os mostraré mi colección- dijo Laurien poniendo se en marcha e invitando a Ángelo que la siguiese con un majestuoso gesto de su delicada mano. Él la siguió aún turbado por su belleza. Mientras caminaban hacia el salón de los retratos, se cruzaron con una de las criadas de la reina, que al ver a su señora, hizo una profunda reverencia.
-Mi señora-la saludó la muchacha. La reina ni siquiera la miró, pero al pasar por su lado se recogió el vestido para que este no tocara al joven criada. Esta bajó la cabeza avergonzada. Ángelo que había contemplado la escena frunció el ceño, tal vez Laurien no fuese tan bella como parecía.

La criada volvió a inclinarse al ver a Ángelo, pero este la sujetó e impidió que se agachase.
-A mi no hace falta que me trates con tanto respeto.-dijo con una sonrisa-soy Ángelo.
-Soy...
-¡¡¡Iris!!!-gritó la reina desde el final del pasillo-¿ya has acabado todas tus tareas?-Iris se separó del pintor rápidamente.
-Lo siento tengo que irme-dijo precipitadamente mientras desaparecía entre el laberinto de puertas y pasillos. Ángelo la miró marcharse negando con la cabeza.
-¿Me acompañáis?-preguntó Laurien. Por toda respuesta Ángelo anduvo hasta colocarse junto a ella.
Por fin llegaron al salón destinados a los retratos de la reina, que se encontraba al lado de su dormitorio. Ángelo contempló boquiabierto el lugar estaba ricamente decorado, aunque resultaba un poco extraño ver tantos cuadros de la misma persona. Sin embargo todos ellos eran preciosos.

En el centro de la estancia había un bonito espejo en el que Laurien ya se estaba mirando. El marco era de oro y tenía alguna esmeralda adornando las esquinas.
-Podéis empezar mañana-le dijo Laurien al pintor sin dejar de mirarse al espejo.-Ahora os podéis retirar, Iris os mostrará la habitación en la que os quedareís. ¡Iris!-gritó la reina. En cuanto la joven llegó le dijo lo que debía hacer. Ella asintió con una reverencia e invitó a Ángelo a que la acompañase.
-Y dime- le preguntó Ángelo una vez hubieron abandonado el salón,-¿cómo es la reina?- Ante aquella pregunta la joven criada tomó aire y miró en todas direcciones como si temiese que alguien la estuviese escuchando.
-La señora es alguien muy... particular.
-No os trata bien ¿me equivoco?- Ella asintió imperceptiblemente.
-Pero ella es la reina y nosotras las criadas, no hay elección.
-No tiene porque ser así,-dijo él.
-Ya hemos llegado- anunció, evitando así contestar.- Si necesitáis...perdón necesitas-dijo con una tímida sonrisa ante su mirada de "reproche"- llámame a mi o a cualquiera de mis compañeros.- Y dicho esto Ángelo se metió en sus aposentos e Iris se marchó.

Antes de dormirse, Ángelo estuvo reflexionando. Iris no era tan bella como la reina y sin embargo parecía mucha mejor persona que Laurien. Iris tenía el pelo color azabache y ojos oscuros, no luminosos como los de Laurien, tampoco tenía la bonita figura de la reina ni su voz era tan suave, pero daba la impresión de que Iris tenía un alma mucho más pura que Laurien.


Al día siguiente Ángelo comenzó su trabajo. Pidió que la reina se presentase ante él para comenzar a pintarla. Pasaron, sin embargo unos largos minutos antes de que Laurien presentase. Y mientras el pintor esperaba apareció de nuevo Iris.
-Buenos días señ... Ángelo-le saludó ella recordando la petición que le hizo el pintor el día anterior.
-Hola Iris, es agradable ver una cara relativamente conocida, desde que me he despertado no he visto más que extraños-sonrió. Por su parte Iris bajó la cabeza reprimiendo una sonrisa.
-¿Te apetece algo para desayunar? Voy a bajar ahora a la cocina, por si...
-No hace falta gracias-respondió él con una radiante sonrisa.- De momento estoy bien.
-Bueno, en ese caso....
-Iris-la cortó de nuevo él. Ella dio un respingo- Sé que tienes prisa, pero necesito que me digas qué opinas de Laurien.
-Pues... ella es hermosa, salta a la vista, ¿no crees?
-Sabes que no me refiero a eso, quiero que me digas como es, como persona.
-Buenoo... pues... ella es... una buena reina...
-Sé sincera-le pidió él- no se lo diré a nadie.
-Como una ogresa. -Dijo sorprendida de haber dicho tal cosa. Miró a todos lados temiendo haber sido escuchada.- Por fuera es hermosa, pero... es arrogante, exigente y muy puntillosa. Por tu bien, píntala de manera que salga favorecida,-lo advirtió.
-¡Iris!-dijo un voz desde el pasillo.- ¿se puede saber qué haces todavía aquí? He mando a Catalina a buscarte, aún no habéis terminado mi vestido rojo. -La recordó con dureza.
-Lo siento señora -respondió Iris bajando la cabeza haciendo una reverencia.- Yo...
-Lo quiero para hoy, ¿me has escuchado?- la advirtió. Iris se quedó callada con la cabeza baja- Mírame cuando te hable, - dijo, la joven levantó la cabeza- ¿Me has oído? ¡Contesta!
-Sí señora-contestó ella temblando como un flan.
-Entonces, a ¿qué esperas? ¡Largo!- Iris salió de allí rápidamente.

Ángelo que había estado observando la escena sin intervenir, negó con la cabeza.
-Bien ya estamos solos, puede usted empezar- ordenó la reina. Y se fue a clocar en su posición. Ángelo encaró su caballete y miró el blanco lienzo, y luego la figura de la reina que debía plasmar en la tela. Cogió el pincel y volvió a mirarla. Entonces ahogó una expresión. Toda la belleza había desaparecido del cuerpo de la reina. En el lugar de una bella joven, se alzaba una horrenda criatura con una silueta humanoide, pero infinitamente más feo que cualquier ser humano.
-¿Ocurre algo?-exigió saber la reina. Ángelo negó con la cabeza.- Bien pues ¿a qué estás esperando?
Ángelo cogió aire, mojó el pincel en pintura, y lo deslizó sobre el lienzo.

Tardó varios días en terminar el cuadro, la reina esperaba impaciente, Iris esperaba que fuera del agrado de la reina y Ángelo, simplemente esperaba terminar cuanto antes para poder salir de allí. Por fin llegó el día en el que el cuadro estuvo finalizado, pero todos hubiesen deseado que este no hubiese llegado nunca.

Cuando Ángelo levantó la tela que cubría su obra estaban presentes, Laurien, él e Iris, que por petición de Ángelo había acudido y que permanecía escondida entre las sombras. La reina profirió un grito de estupefacción y horror al ver su retrato, y la bandeja que sostenía Iris cayó al suelo con gran estrépito. Laurien ni se percató del ruido ni de lo que Iris acababa de hacer. No daba crédito a sus ojos.
-¡¿Qué es esto'!- exigió saber, sin poder reprimir su enfado.
-Vuestro retrato.- contestó Ángelo con total tranquilidad, desafiándola.
-Exijo una explicación.
-No hay ninguna explicación valida, señora, vos sois así.
-Por vuestro bien espero qué arregléis esto.-Y dicho eso salió furiosa de la habitación. Una vez se hubo marchado Iris salió de su escondite.
-Pero Ángelo, ¿qué has hecho?-dijo desolada.- No sabes dónde te has metido, ¿por qué lo has hecho?

-Tranquila, todo irá bien-contestó él. Pero nada estaba más lejos de la realidad.


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